¿Estás listo para amar?

Nacemos, crecemos y se despierta la atracción hacia otra persona y la idea de pasar tiempo con ella, compartir, establecer un tipo de relación.


Sin entrar en las diferentes interacciones que se pueden establecer con otra u otras personas, es un hecho que las relaciones humanas nacen de forma natural.


Hacer el tránsito de nuestras vidas acompañados se convierte en una elección atractiva.


Encontrar a alguien con el que conectemos de una manera especial inicia una historia de complicidades y momentos especiales. Entonces nace ese sentimiento de cariño y querer cuidarlo, que sea feliz, que puedas expresar un amor que no sientes con el resto…


Parece una atracción a la que todos tenemos bonus para subir. Pero jolín, a veces no resulta tan sencillo... 


Venimos con patrones heredados de los papas, abuelos, tíos…


Miedo, frustración, envidia, desconfianza, celos, ansiedad, inseguridad, etc.


Las emociones que viven en nuestro cuerpo y que se activan en momentos determinados bloquean una respuesta madura, tranquila y coherente con lo que queremos expresar. Muchos de los fracasos en la forma de relacionarnos con una pareja vienen por no saber gestionarnos emocionalmente.


El motivo radica en que las emociones se activan como una respuesta inconsciente, que no pasa previamente por nuestro pensamiento, y que además limita la capacidad de este último.
Cuando conectamos intensamente con una emoción activamos una serie de redes neuronales en nuestro cerebro, especialmente en el hemisferio derecho, también llamado hemisferio emocional, al tiempo que desactivamos otras conexiones en los lóbulos prefrontales del cerebro, y limitamos la conexión entre ambos hemisferios.


Nuestro pensamiento radica principalmente en los lóbulos prefrontales, de modo que es allí donde tenemos la capacidad de pensar, de razonar, y de encontrar soluciones a los problemas.


Cuando las emociones nos llevan a apagar parcialmente los lóbulos prefrontales del cerebro, estamos limitando nuestra capacidad de pensar y de razonar. En ese momento, tenemos menos capacidad para hacer uso de nuestra inteligencia. En consecuencia, las emociones reducen nuestra inteligencia, o lo que es lo mismo, las emociones nos hacen tontos.

Con esto no quiero decir que debemos dejar de sentir emociones. Lo que tenemos que hacer es no dejarnos llevar por esas emociones, o lo que es lo mismo, no debemos quedar secuestrados a nivel mental y emocional por ellas.


Vivir secuestrados continuamente por las emociones o vivir con paz interior es una elección personal.


Afortunadamente, todos podemos hacerlo, ya que el subconsciente está accesible y es totalmente moldeable para cambiar aquellas programaciones que nos desagradan.

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